¿Qué esperar de las bolsas a la vuelta del verano?
Redacción Mapfre
Ismael García Puente, jefe de inversiones y selección de fondos de MAPFRE Gestión Patrimonial
Existe una frase atribuida al filosofo chino Lao Tzu, del siglo IV a.C., que dice: “Aquellos que tienen sabiduría no hacen predicciones. Aquellos que hacen predicciones no tienen sabiduría” . Y aunque en los mercados bursátiles no faltan inversores con destreza, sabiduría e inteligencia, muchos de ellos todavía aprovechan la vuelta de las vacaciones para reevaluar sus carteras de cara a la parte final del año, lo que lleva asociado inherentemente un ejercicio de predicción.
Los que sí parecen haber empezado a seguir la doctrina del viejo maestro son los máximos responsables de la política monetaria, a tenor de los discursos que realizaron los presidentes de los bancos centrales en Jackson Hole. El mensaje más repetido fue la necesidad de hacer depender las decisiones sobre los tipos de interés de los datos macroeconómicos que se vayan publicando, dada la dificultad de evaluar en qué momento exacto del ciclo económico nos encontramos. Este cambio de enfoque no debería sorprender a nadie dado los escasos aciertos de la Reserva Federal estadounidense (Fed) o el Banco Central Europeo (BCE) acerca de vaticinar la evolución futura de la inflación y los fallidos pronósticos que nos han brindado Jerome Powell o Christine Lagarde en los últimos años sobre dónde se situarían los tipos de interés.
Por ejemplo, hace tan solo un año, la Fed vaticinaba unos tipos de interés en el 3,25% - 3,5% para diciembre de 2022 y en el 4,5% - 4,75% para diciembre de este año. Sin embargo, los tipos de interés cerraron el año pasado en la horquilla del 4,25% - 4,5% y, en estos momentos, los tipos ya se sitúan en el 5,25% - 5,5%, con dudas todavía de si habrá subidas adicionales en los próximos meses. La conclusión que podemos extraer del evento de política monetaria más importante del año es que los tipos de interés se mantendrán altos por más tiempo a la espera de ver señales claras de estabilización de precios y que la inflación converja decididamente hacia el 2%.
Y esto enlaza directamente con lo que ha estado pasando en las bolsas durante el mes hasta la presentación de resultados de la compañía de semiconductores Nvidia el pasado miércoles 23 de agosto. La expectativa de un recorte de los tipos de interés por parte de los bancos centrales en algún momento del año ha sido sin lugar a dudas el catalizador más importante detrás de las revalorizaciones acumuladas por parte los principales índices bursátiles en 2023, dada la caída en términos interanuales de los beneficios corporativos. Sin embargo, a medida que las economías siguen demostrando su resiliencia fundamentada en un mercado de laboral, que se encuentra en situación de pleno empleo y unos salarios que por primera vez en una década suben más que la inflación, la expectativa de unos tipos de interés más bajos por la llegada de la temida recesión se ha ido disipando, lo que ha afectado a las bolsas en agosto.
La situación a día de hoy requiere de mucha cautela, puesto que la macroeconomía es una fuente de volatilidad al igual que los tipos de interés. Algunas compañías cotizan a múltiplos poco atractivos y la renta variable ofrece una prima de riesgo que, por primera vez en mucho tiempo, es inferior a la que encontramos en la renta fija. Es cierto que las bolsas podrían encontrar cierto soporte por parte de los beneficios corporativos en el tercer y cuarto trimestre, según las expectativas de los analistas, que vaticinan una recuperación de los mismos basándose en un mercado de empleo sin atisbos de aflojar y una mejora de la productividad fruto de la irrupción de la inteligencia artificial. Pero mucho tendrían que mejorar como para compensar las exigentes valoraciones de los índices en general y una política monetaria (con la excepción de las bolsas emergentes) que debería seguir siendo un freno a la expansión de múltiplos en las bolsas y al consumo en la economía real. Además, podría darse la paradoja de que cuanto mejor resistan los beneficios corporativos y la demanda (positivo para las bolsas en el corto plazo), más necesario sería mantener una política monetaria restrictiva con el peligro de provocar una recesión más severa (negativo para las bolsas en el medio plazo).
A tenor de lo anterior, sería mejor esperar a que se produzca un abaratamiento de las bolsas que podría llegar por medio de un “accidente financiero” que ponga fin a este ciclo económico, pero pocas veces lo que esperamos se produce y son las cosas que no sabemos las que crean las mejores oportunidades. En ausencia de capacidad de anticipación a este tipo de acontecimientos y la torpeza de intentar predecir el comportamiento de las bolsas en el corto plazo (recuerden la frase de Lao), lo único que podemos hacer es buscar el equilibrio necesario entre rentabilidad/riesgo que mejor pueda hacer cumplir sus objetivos financieros. No es una tarea fácil, pero nunca lo ha sido. Lo saben muy bien los asesores finacieros que, en esta materia, tienen sabiduría de sobra.