MAPFRE Economics ve clave la fortaleza institucional en Latinoamérica
Redacción Mapfre
El término ‘shock de oferta’ se acuñó por primera vez en los años setenta con la crisis del petróleo (1973-1979). Con este concepto, se pretendía explicar cualquier perturbación de naturaleza distinta a las consideradas en el comportamiento ordinario de la economía. En este caso, la OPEP decidió incrementar los precios del crudo al mismo tiempo que aprobaba embargos hacia Occidente, resultando en un incremento de los precios industriales y, como consecuencia, en un entorno inflacionista.
La naturaleza del actual nivel de precios en Europa no dista mucho de la de hace 50 años: una vez dejado atrás la pandemia, la guerra en Ucrania ha elevado la presión sobre las cadenas de suministro y las materias primas, resultando en un encarecimiento generalizado de los precios. Las consecuencias a corto plazo del conflicto geopolítico en el Este de Europa se han contagiado a casi todo el mundo: desde Estados Unidos (donde la inflación es más bien un ‘shock de demanda’) hasta Latinoamérica, región que ha sufrido periodos inflacionistas graves en las últimas décadas. Es, sin embargo, América del Sur una de las pocas regiones que ha sabido adelantarse a los efectos más inmediatos de la crisis geopolítica.
Aun así, dicho territorio se enfrenta de igual forma a importantes retos para los próximos meses, marcados por la incertidumbre de los mercados, la política monetaria restrictiva, la deriva inflacionista y la crisis de suministro. Esta fue una de las cuestiones planteadas en la jornada ‘Panorama global de la recuperación, la economía y el comercio en Iberoamérica’, correspondiente al VII Encuentro Empresas Multilatinas, organizado por la Fundación Iberoamericana Empresarial y la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en Santander y que ha contado con la participación de Manuel Aguilera, director general de MAPFRE Economics, junto a economistas de renombre como Rafael Doménech (BBVA), Juan Cerruti (Banco Santander), Manuel Balmaseda (ex economista jefe de Cemex), Juan Antonio Mielgo (Telefónica) y Fazia Pusterla (BID).
Latinoamérica ha intentado afrontar en los últimos años el fantasma de las décadas perdidas. La situación de crecimiento débil previo a la pandemia se ha mantenido hasta estos días (una recuperación simbólica de solo el 0,03%). Cualquier periodo de recuperación requiere de muchos años, según el director de MAPFRE Economics, pero la región ha sabido adelantarse a los países más avanzados en cuanto a política monetaria.
En este sentido, la experiencia de tiempos pasados les ha servido a los bancos centrales latinoamericanos para, ante los inminentes problemas macroeconómicos, adelantarse y subir los tipos de interés antes que sus homólogos europeos y estadounidenses. Para Manuel Aguilera, el principal objetivo de una política más agresiva ha puesto el foco en “la necesidad de mantener el tipo de cambio” y, por tanto, el valor de las monedas locales para, en última instancia, “controlar los efectos de la inflación”.
Esta política ha venido apoyada, además, por el hecho de que, ante la baja penetración del crédito en la economía, el impacto del endurecimiento monetario acaba siendo menor para la ciudadanía (pese a subir los tipos hasta cinco veces más que otras regiones con niveles de precios similares).
Los desafíos del futuro
El gran reto, sin embargo, al que se enfrenta la región (y pese a contar con una menor exposición de su economía sobre el conflicto en Ucrania), y como se ha mencionado anteriormente, es la cuestión del crecimiento y la necesidad de atraer inversión. La pandemia ya desenmascaró algunas debilidades de la economía sudamericana, como la escasez de ahorro interno y la excesiva dependencia de ahorro externo. De hecho, Aguilera comenta que la gestión de la crisis epidemiológica (en torno a un 2% del PIB) ha resultado en “deficiencias en el ahorro y en la capacidad de inversión”.
Por ello, se presenta un futuro ambivalente: mientras que saltan las dudas sobre el crecimiento futuro, el director de MAPFRE Economics ha destacado la fortaleza institucional y la importancia de fomentar la colaboración público-privada entre los diferentes países de la región para abordar reformas fiscales que den el impulso económico que necesitan de cara a los próximos años.