Las ‘small caps’ para pedirle a los Reyes Magos
Redacción Mapfre
El cerebro humano es la estructura más compleja que conocemos. Sin embargo, se configuró en una etapa de la historia en la que nuestros antecesores estaban ocupados en intentar asegurar su supervivencia, no en gestionar sus ahorros. Con esa misma herramienta, nos tenemos que enfrentar ahora a decisiones relacionadas con nuestro dinero, que tienen un componente emocional muy alto. Nuestro cerebro, lejos de ayudarnos, tiene fallos de diseño (sesgos conductuales) que ponen en alto riesgo la racionalidad y el acierto de nuestras decisiones.
A modo de ejemplo gráfico, ahora se que acercan las fechas de celebraciones navideñas, pensemos en cómo actúa el ser humano ante las caídas en los precios. Si vemos una web o un centro comercial en el que hay colgado un cartel que anuncie rebajas, probablemente la gente esté entrando en las tiendas con alegría en busca de gangas a precios irresistibles. Es una actitud racional. Sin embargo, si esas rebajas (disminución en los precios) se produce en la bolsa en general o en alguno de sus segmentos, lo habitual es que veamos a los inversores corriendo despavoridos para salir del mercado.
Si hay un nicho en el que, en mi opinión, existen descuentos atractivos dentro de las bolsas mundiales, este es probablemente el de las compañías de pequeña o mediana capitalización (“small and medium caps”, en inglés). La capitalización de mercado con la que se considera que una compañía pertenece a este grupo varía en función a la región en la que se ubique, sin que exista una regla universal con la que fijar el límite. Por ejemplo, una empresa que por su tamaño sería considerada pequeña en Estados Unidos, quizás no lo sea para los estándares europeos.
Lo cierto es que las pequeñas compañías han sido tradicionalmente un grupo de acciones especialmente rentable. Tiene cierta lógica que empresas con un menor tamaño tengan, en general, más facilidades para crecer que aquellas que ya han tenido un recorrido hasta alcanzar una capitalización mayor. Además, desde la perspectiva de los inversores activos, que tratamos de rastrear los mercados en busca de oportunidades, las compañías de menor tamaño suelen ser un lago al que acuden muchos menos pescadores. Sus acciones son seguidas por muchos menos analistas e inversores, por lo que resulta más frecuente encontrar errores o ineficiencias en su valoración que podemos aprovechar.
Pues bien, desde hace ya bastantes meses estamos viviendo una situación de mercado bastante poco habitual. Los índices que agrupan a las pequeñas y medianas empresas en los países desarrollados llevan tiempo comportándose mucho peor que aquellos que reflejan el precio de las acciones de las grandes compañías. A lo largo de la historia, lo normal ha sido precisamente lo contrario. Además, en términos de valoración relativa, si echamos un vistazo a los múltiplos que relacionan el precio de la acción de las compañías con sus beneficios, las pequeñas empresas cotizan casi con el mayor descuento desde los años ochenta.
¿Cuál es el motivo? Como casi siempre en los mercados financieros, resulta imprescindible tener cierta prudencia a la hora de evaluar las causas de esta situación. Entre otras cosas, porque podría haber más de un factor actuando al mismo tiempo, lo que hace casi imposible evaluar en qué medida impacta cada uno en las cotizaciones. Dicho esto, si es cierto que estamos en una fase de retirada de liquidez en los mercados, lo que podría estar afectando a acciones en las que dicha liquidez es, precisamente, menor.
Además, las acciones de pequeñas compañías están habitualmente (y erróneamente, en mi opinión) asociadas a un mayor riesgo, por lo que pueden verse más afectadas en periodos de nerviosismo generalizado como ha sido este año. Las finanzas tradicionales asocian una mayor volatilidad en los precios de la cotización a un mayor riesgo en la inversión y la gran mayoría de los que participan en el mercado han comprado esta teoría. Sin embargo, para nosotros el verdadero riesgo pasa por la probabilidad de tener una pérdida de capital permanente en nuestras carteras, la cual aumenta, por ejemplo, cuando nos metemos en terreno desconocido o nos salimos de nuestro proceso de análisis.
Si encontramos una compañía infravalorada, con recorrido al alza, poco nos importa si esa subida se produce con más o menos turbulencias. Lo que de verdad nos preocupa es intentar no equivocarnos en el punto de destino más probable, no buscar el camino con menos curvas. Recordemos que la volatilidad no es más que una medida de las desviaciones en las variaciones en el precio durante un periodo de tiempo. Es decir, si una acción baja exactamente un 5% cada día y, por tanto, su volatilidad es cero, al mercado le parecerá que se trata de una inversión muy segura… Juzguen ustedes mismos.
En cualquier caso, sean cuales sean las causas de esta situación anómala, no parece que nada haya cambiado en cuanto a las razones fundamentales (anteriormente descritas) que hacen de este grupo de acciones un nicho especialmente rentable para el inversor paciente. Eso nos lleva a pensar que podemos estar ante una oportunidad tremendamente atractiva, que no se repite con mucha frecuencia. Por eso, nuestra particular carta de deseos navideños, reflejada en las primeras posiciones de nuestra cartera de inversión, aparece copada por compañías como Borussia Dortmund, Unieuro, MIPS, IPCO, Learning Technologies, Global Dominion, Gaztransport et Technigaz, Technogym o CIE Automotive.