La hegemonía del dólar, en revisión

Redacción Mapfre
El papel del dólar estadounidense como divisa de reserva global, anclado históricamente en su credibilidad institucional, profundidad financiera y dominio comercial, enfrenta crecientes cuestionamientos estructurales que trascienden lo coyuntural. Durante décadas, su estatus ha permitido a Estados Unidos emitir deuda en su propia moneda, ejercer un alto grado de autonomía monetaria e influir de forma decisiva en los mercados internacionales. No obstante, en el contexto actual, marcado por el deterioro fiscal de EE. UU., la rivalidad geopolítica y el rediseño de las cadenas de valor globales, emergen señales que apuntan a un proceso de erosión de dicha hegemonía.
Desde una perspectiva estructural, diversos factores internos y externos erosionan la centralidad del dólar. Internamente, el crecimiento sostenido del déficit fiscal primario, la elevada carga de deuda pública (superior al 130% del PIB), la dependencia del financiamiento externo y la polarización política —con tensiones recurrentes sobre el techo de deuda— generan dudas sobre la sostenibilidad a largo plazo de las finanzas públicas estadounidenses. A esto se añade una creciente percepción de riesgo sistémico derivado de posibles disfunciones institucionales, lo que ha motivado rebajas de calificación crediticia y un incremento en las primas de riesgo exigidas por los mercados
Externamente, se observa una progresiva diversificación por parte de bancos centrales y fondos soberanos en la composición de sus reservas, reduciendo su exposición al dólar en favor de otras monedas como el euro, el yuan o incluso el oro. Esta tendencia se ha acelerado tras decisiones políticas unilaterales —como la utilización del sistema financiero como herramienta de presión geopolítica (por ejemplo, sanciones o restricciones de acceso al sistema SWIFT)— que han incrementado la percepción de riesgo asociado al dominio del dólar. Asimismo, el desarrollo de monedas digitales soberanas y los acuerdos bilaterales en divisas locales refuerzan esta dinámica, anticipando un entorno financiero internacional más multipolar.
Desde el plano empírico, episodios recientes en los mercados financieros refuerzan esta lectura. Uno de los más representativos fue la triple retirada de capitales registrada en 2020, cuando los inversores optaron simultáneamente por salir de activos bursátiles y de deuda soberana estadounidense, mientras el dólar se depreciaba frente a divisas refugio. Este comportamiento rompe con el patrón tradicional de "flight to safety" hacia activos denominados en dólares, y puede interpretarse como un síntoma temprano de pérdida de confianza sistémica en el liderazgo económico y financiero de EE. UU.
Aunque un reemplazo inmediato del dólar como moneda de reserva dominante es improbable, un escenario de dilución gradual de su protagonismo en favor de una arquitectura más distribuida —con dominios regionales y segmentación funcional por tipo de activo (comercial, financiero, de reserva)— cobra creciente plausibilidad. Esta transición tendría implicaciones significativas sobre la estabilidad de los flujos financieros globales, la transmisión de la política monetaria, la composición de carteras internacionales, la fijación de precios de materias primas, e incluso sobre el diseño del propio sistema monetario internacional.
Artículo elaborado por MAPFRE Economics