La era Xi y las dudas sobre el crecimiento económico
Redacción Mapfre
La capacidad de Xi para dar forma a la política de China depende de su capacidad para obtener el apoyo de otros líderes del Partido Comunista. Estos meses están plagados de negociaciones sobre la selección de los líderes, los nombramientos de delegados y el regateo sobre la redacción del Informe de Trabajo del Congreso del Partido, que servirá como plataforma del Partido para los próximos cinco años. Normalmente, todo esto ocurre fuera de la vista del público. Este año, sin embargo, se ha dado la extraña situación en la que los signos de fricción se han hecho públicos, sugiriendo debilidades en la influencia de Xi. Signos de fricción que llevaron a purgas a niveles que parecen de distopia, como la expulsión del presidente Hu delante de las cámaras.
Xi llegó a dominar el sistema político de China centralizando el poder. Creó ‘supercomités’ para controlar directamente las áreas políticas que antes gestionaba el gobierno de China; eliminó posibles rivales acusándolos de delitos como parte de una campaña nacional contra la corrupción. Y, en los últimos años, ha exigido a los otros 24 miembros del Politburó de China donde deja claro que prioriza la lealtad sobre la idoneidad.
Esta estrategia -muy propia del maoísmo- puede hacer sin embargo que Xi se exceda y dé lugar a efectos no buscados, incluso pudiendo provocar un retroceso en sus resultados y, muy especialmente, en lo que se refiere a acumulación de poder y crecimiento económico.
El último movimiento señaliza en cierta manera la desconexión de los objetivos del partido que nacen de un largo debate interno sobre la importancia del crecimiento económico. Desde su "Reforma y Apertura" en 1978, la actividad de China y el aumento de la prosperidad de los ciudadanos chinos han sido la base de la legitimidad interna del partido. También le ha permitido reclamar una mayor influencia en los asuntos mundiales.
Sin embargo, Xi lleva argumentando desde 2014 que los intereses de seguridad de China son tan importantes como su desarrollo económico. Los ciudadanos de China, dijo también, deben estar preparados para una "nueva normalidad" de menor crecimiento.
Xi se impuso en ese debate en 2020, y sólo entonces quedaron claras sus intenciones para los observadores externos, llevando al gobierno a una oleada de programas para hacer que la economía china fuera más autosuficiente a costa del crecimiento. También, para adoptar una línea marcadamente más dura en política exterior y actividades militares. Todo ello, define claramente la línea de pensamiento actual de Xi.