Inversión sostenible: “Necesitamos más claridad por parte de los reguladores”
Redacción Mapfre
La inversión con criterios medioambientales, sociales y de buena gobernanza (ESG, por sus siglas en inglés) es una de las megatendencias con más fuerza de los últimos años, y muchas firmas ya están aplicando esos factores en sus procesos de inversión.
No obstante, al estar en pleno desarrollo, puede suponer una fuente de incertidumbre debido a los cambios que puede experimentar su regulación. Para dar un poco de luz a esta problemática, la Unión Europea (UE) aprobó en junio de 2020 la taxonomía de actividades económicas sostenibles, que es una guía “para que inversores y empresas puedan diferenciar qué proyectos afectan (negativamente) al clima y al medio ambiente”, según explica la UE en su página web.
Además, el 10 de marzo de 2021 entró en vigor el Reglamento de Divulgación de Finanzas Sostenibles (SFDR, por sus siglas en inglés), que se engloba dentro del Plan de acción de la UE sobre finanzas sostenibles.
El sector del seguro ha estado especialmente pendiente de esta regulación, dado que se ve directamente afectado por los daños a nivel tanto personal como material que está ocasionando el cambio climático, con fenómenos como El Niño en Latinoamérica.
“La industria se está moviendo rápido, pero no creo que hayamos sido claros con el mensaje. No todo lo que cuenta se puede contar y no toda lo que se puede contar cuenta. Y este es el punto en el que nos encontramos. Creo que necesitamos más claridad, especialmente por parte de los reguladores”, explica José Luis Jiménez, director general de inversiones de MAPFRE, durante la conferencia anual organizada en Londres por Insurance Asset Risk.
Jiménez destaca que esa incapacidad para transmitir el mensaje hace que el inversor final desconozca lo que significa que un fondo de inversión o un plan de pensiones esté clasificado como artículo 8 o 9, y no le sorprende que la Comisión Europea tenga en su agenda una revisión sobre el ‘reporting’ de datos ESG.
Además, las herramientas y la venta de datos ESG de las compañías despiertan dudas a los inversores. “Lo mejor sería volver a los principios fundamentales. Necesitamos definir nuestros objetivos, porque si no, vamos a seguir dando vueltas en círculos sin ninguna forma clara de medir si lo que hemos hecho está bien o mal”, insiste el directo general de inversiones de MAPFRE.
Otro asunto a tener en cuenta son los mercados emergentes. En 2030, el 90% de la contaminación va a producirse en esos países y no se les está teniendo en cuenta. “Por eso, por muy bien que lo hagamos, no es suficiente”, comenta.
La importancia de la ‘S’ de ESG
Aunque en los últimos años la vertiente social de la inversión responsable ha aumentado su importancia, sigue prestándose una mayor atención a los asuntos medioambientales, en parte porque son mucho más fáciles de medir.
“Desgraciadamente, cuando hablamos de ESG, solemos poner el foco en los problemas medioambientales y anteponemos el planeta a las personas. No parece una posición muy humanista. Hay que integrar los tres conceptos del ESG, pero la parte social debe de ir primero. En MAPFRE, le damos mucha importancia a las personas, a la ‘S’ de ESG, y la razón es que esa inclinación hacia lo social se introdujo ya en nuestros estatutos en una Junta General de Accionistas en 1965”, explica Jiménez.
No obstante, cree que se deben hacer más esfuerzos relacionados con este terreno desde el sector asegurador y la gestión de activos. La clave para Jiménez es que las compañías tengan una “mente abierta” para integrar e interiorizar estos cambios y vayan dando pequeños pasos hacia adelante.
“Por ejemplo, en MAPFRE lanzamos hace unos años el primer fondo que intenta promover la inclusión de las personas con discapacidad en las compañías en las que invertimos. No había ninguna metodología previa en este sentido y tuvimos que elaborar una desde cero con la ayuda de fundaciones y entidades especializadas en inclusión”, recuerda el director de inversiones de la aseguradora.