MAPFRE AM mide la huella de carbono en las carteras de inversión
Redacción Mapfre
Hace menos de un año se celebró la COP26. Erigido como uno de los eventos más importantes a nivel mundial sobre los retos del cambio climático y la preservación de la biosfera, la Cumbre del Clima reúne, como en cada ocasión, a los países miembros de la Organización de Naciones Unidas. Este año, la que será la vigesimoséptima edición, tiene lugar en Egipto, y en la que se pondrá énfasis sobre los desafíos del futuro de nuestro planeta y, especialmente, sobre la reducción de la huella de carbono.
Para dar con la tecla, en los últimos años se han ido creando distintas fórmulas para medir las emisiones de la huella de carbono e impulsar su reporte. Este concepto nace, según el Ministerio de Medio Ambiente, “como una medida de cuantificar y generar un indicador del impacto que una actividad o proceso tiene sobre el cambio climático, más allá de los grandes emisores”.
El cálculo, por tanto, guarda especial relevancia ya que, además de venir impuesto por más de un frente regulatorio, “sirve para parametrizar, seguir los riesgos asociados al cambio climático y elaborar una estrategia de reducción de emisiones por parte de las compañías”, así lo explica Javier Miralles, gestor de fondos de inversión de MAPFRE AM.
MAPFRE AM, la gestora de activos del Grupo asegurador con casi 40.000 millones de euros de activos bajo gestión, dispone de una metodología propia para el cálculo de la huella de carbono en la cartera de inversión: “MAPFRE se imputa como propias dentro del scope 3, las emisiones de los diferentes activos en los que invierte (Renta variable, deuda pública y privada, ETF’s…) en base al porcentaje de propiedad que tenga sobre los mismos”. Y es que en el actual contexto regulatorio se hace hincapié a las entidades financieras para que no solo limiten el cálculo a sus emisiones directas, sino que amplíen el cálculo a sus inversiones, imputándose como propias las emisiones de los diferentes activos en los que invierten.
Esta metodología, que trata de complementar los cálculos ya establecidos a nivel regulatorio, establece diferentes tipos de medición de la huella de carbono sobre las inversiones en función de la información que se quiera reportar y la finalidad de la misma. De hecho, de manera resumida, se pueden establecer cálculos en términos absolutos, relativos y de intensidad ponderados.
- En relación con el primero - también conocido como ‘GHG Emissions’-, busca obtener las emisiones totales anuales generadas de los activos en cartera e imputarse como propias lo que corresponda en función de la participación sobre la empresa analizada.
- A este primero se añade además el ‘Carbon Footprint’ o ‘Huella de carbono’, que calcula las emisiones absolutas del punto anterior, pero relativizadas por el tamaño de la inversión.
- El tercero, llamado ‘Intensidad de carbono ponderada’ o ‘GHG intensity of investee companies’, es según los expertos el cálculo más interesante para el gestor, ya que “da información sobre la eficiencia de cada compañía y, por ende, de cada fondo y del benchmark”.
Desde MAPFRE AM indican que, gracias a dicha metodología propia, “se ha encontrado la solución más sensata y elaborada posible para optimizar el reporte de los datos, dando una explicación a los cálculos realizados lo más argumentada posible”. “Por tanto deberemos ser conscientes de que los primeros datos que reportemos serán lo más ajustados posible, pero habrán sido obtenidos con muchas limitaciones”, agregan.
Como se explica más arriba, la regulación y los cálculos en ella definidos están en pleno desarrollo y no abarcan a todos los tipos de activos. Es por ello por lo que nuestros compañeros aclaran: “La metodología descrita será susceptible de irse modificando a medida que la regulación aporte visibilidad a las cuestiones planteadas”.
Un futuro por delante
Desde la gestora reconocen que la medición de la huella de carbono sobre las inversiones se encuentra, a día de hoy, “en una etapa muy inicial tanto a nivel regulatorio como de calidad y capacidad de reporte de los agentes implicados” para que el cálculo de la huella de carbono pueda llegar a ser un cálculo ajustado y exacto.
“Nos hemos encontrado con una serie de problemas, la mayoría de ellos de carácter teórico, de los que se necesitaría un desarrollo conceptual que la propia regulación no facilita. Y no solo a nivel conceptual, también a nivel de reporte observamos que hay una gran cantidad de activos que no facilitan los datos necesarios para el cálculo”, añaden.
De hecho, una de las críticas más extensas que se le hace a la regulación, y que muchas partes interesadas plasman en las consultas realizadas en los RTS (Regulatory Technical Standards), es que “parece estar centrada y aporta propuestas de cálculo únicamente a la renta variable cotizada y renta fija corporativa, cuando las carteras están compuestas por muchos más tipos de activos” comentan en la gestora. El gran problema, explican, es que “existe una serie de dificultades a la hora de realizar los cálculos para otros tipos de activos que la propia regulación no aclara (es el caso, por ejemplo, de activos financieros, futuros, fondos de terceros, ETF’s o la renta fija gubernamental)”.
Por tanto, es de esperar que, a medida que se vaya definiendo la regulación, se especifique la manera exacta de realizar los cálculos y se optimice el acceso a los datos, el reporte de la huella de carbono será cada vez más exacto.