Fed vs BCE: dos formas de afrontar la amenaza inflacionista
Redacción Mapfre
Transcurridos dos años desde el inicio de la pandemia del coronavirus, el mundo se enfrenta a un nuevo shock externo negativo como consecuencia de la invasión de Ucrania por parte del ejército ruso. Tras el ritmo desigual de recuperación en las distintas economías, el cual había estado marcado por la efectividad de las políticas nacionales frente a la aparición de nuevas variantes del coronavirus, elevados niveles de déficit público e inflación, el conflicto entre Rusia y Ucrania ha generado que las presiones inflacionistas aumenten (elevado precio de materias primas, destacando el gas y petróleo ruso y los cereales ucranianos, así como distorsiones comerciales en otros mercados por las sanciones a Rusia, y otros efectos indirectos) y se produzca un empeoramiento de la actividad económica global y una mayor volatilidad en los mercados financieros (reflejado en mayores costes de financiación).
En este sentido, aunque Estados Unidos y la Unión Europea se enfrenten al mismo escenario global, el contexto americano difiere del europeo, por lo que las fórmulas de política económica serán distintas. Por un lado, el ritmo de recuperación con el que llegan al primer trimestre de 2022 es diferente: Estados Unidos presenta un mayor ritmo que la media europea donde prima la heterogeneidad, incluso entre potencias como pueden ser Alemania e Italia. Y, por otro lado, incluso en características que podrían parecer comunes como la elevada inflación a lo largo de 2021, ambas regiones han llegado allí de otro modo: la inflación estadounidense estaba ligada principalmente a factores de demanda dadas las transferencias directas estatales a la población notablemente altas respecto a la media de la OCDE, mientras que en Europa el factor predominante ha sido claramente de oferta a raíz de la crisis energética.
Estas diferencias en materia de política económica también se perciben desde el nivel de exposición a los riesgos geopolíticos. Un ejemplo claro es la mayor dependencia energética de Europa por el gas y petróleo ruso (especialmente el Centro y Este) en comparación con Estados Unidos, que es también exportador neto de energéticos. En consecuencia, las opciones de política fiscal y monetaria entre Europa y Estados Unidos tienen distintas aristas que abordar.
Política monetaria
El Banco Central Europeo (BCE) y la Reserva Federal comparten el objetivo de una inflación flexible en el entorno del 2%. No obstante, las capacidades actuales de cada uno para poder sostenerla cerca de este nivel varían, especialmente por lo acontecido durante la pandemia y por el elevado nivel de deuda fiscal al que estuvieron expuestas para afrontarla, donde destacan los déficits estructurales acumulados por la Eurozona que se encuentran muy por encima de los observados en la economía estadounidense.
Otro factor determinante es la confianza en la efectividad del control de la inflación de los bancos centrales, donde el mantenimiento por debajo del objetivo durante un periodo prolongado, así como (en el caso del BCE) el temor del “momento Trichet” (que subió los tipos de interés y empeoró aún más la crisis de 2008), hacen que las expectativas de los distintos agentes económicos hacia una mayor inflación aumenten.
En este sentido, la acción común europea vuelve a retomar relevancia, donde el fortalecimiento de las instituciones paneuropeas se constituye como un factor clave para poder diversificar los riesgos asimétricos a los que se enfrenta esencialmente como producto de shocks externos. Así, se necesita una armonización fiscal para que iniciativas como la emisión de bonos paneuropeos destinados a financiar el NGEU tengan un respaldo y puedan ser un paso relevante en la creación de un activo seguro europeo.
Política fiscal
En la comparativa con Estados Unidos, es destacable señalar la flexibilidad y rapidez en los procesos para la adopción de medidas de política económica en general en ese país, en tanto que en Europa estos requieren alcanzar un amplio consenso en una zona donde los intereses de cada país suelen estar en contraposición. Por ejemplo, Estados Unidos ya ha tornado a restrictiva su política fiscal tras suprimir el Build Back Better y agotar el mecanismo de los cheques de estímulos, frente a la todavía implementación de tramos de NGEU en Europa que podrían girar hacia el uso para lidiar con la problemática actual.
Como en ocasiones anteriores, la dinámica actual de la política fiscal apunta a retomar sus funciones como mecanismo de absorción del shock energético con menores implicaciones de la política monetaria, aunque de forma más comedida ya que implica mayor presión futura (más deuda, déficit y estructuralmente más vulnerable en términos de potencial) bajo un menor respaldo monetario.
A su vez, y en términos de pérdida de poder adquisitivo dada la inflación de oferta, si bien se plantea la necesidad de repartir esfuerzos para evitar una espiral precios-salarios y así mantener cierta competitividad, en un contexto de materias primas fuertes la fortaleza de la divisa con la que acudir a dichos intercambios es determinante ya que podría ser otra forma de perder poder adquisitivo más amplia.
¿Cuál es la valoración de MAPFRE Economics?
En un contexto de endurecimiento monetario global, permitir un rezago con respecto a otros bancos centrales puede erosionar la capacidad de compra del euro, como se está viendo ya en Occidente (1,10 con remuneración negativa frente USD o GBP y con perspectivas de remuneración crecientes como respaldo), en las economías emergentes de forma generalizada (anticipados en el proceso), y quizá de manera más destacable en los casos de China (lejos de sumarse al endurecimiento monetario global dada la situación interna) y de Japón (a finales del mes de marzo el banco central volvió a enfatizar su postura ultra flexible, ya que los rendimientos JGB a 10 años se disparaban hacia el límite superior de su corredor de control de la curva de rendimiento).
MAPFRE Economics, el Servicio de Estudios de MAPFRE