Dos posibles escenarios para la economía mundial
Redacción Mapfre
El primer semestre del pasado ejercicio vivió uno de los periodos de recuperación económica más rápidos desde que se tienen registros. Esta sólida aceleración vino apoyada además por la liberación del ahorro, el apoyo fiscal por parte de los gobiernos, las políticas monetarias más laxas de los bancos centrales y unas restricciones socioeconómicas menos agresivas que las vividas durante la primera oleada de contagios. No obstante, la segunda mitad del año estuvo marcado por los recortes en las previsiones de crecimiento, condicionado por la crisis energética y los problemas logísticos asociados.
Estos desafíos, sin embargo, siguen todavía presentes en el comienzo de este año, según apunta el último informe Panorama Económico y Sectorial, elaborado por el Servicio de Estudios de MAPFRE, que añade además la cuestión de la variante Omicron y sus implicaciones en la economía global.
Crisis de suministro
Una de las cuestiones que deben hacer frente la mayoría de los países son los cuellos de botella. El dossier apunta que la crisis en las cadenas de suministro y en el transporte marítimo “podrían arrastrarse hasta la segunda mitad de 2022”. En la misma línea parece estar el mercado de los semiconductores que, “con los retrasos en la fabricación de automóviles, electrodomésticos y aparatos electrónicos con amplia interconexión a otros sectores”, podrían posponer la vuelta a la normalidad hasta 2023.
Dicha situación se está dando en un momento en que el precio de la energía y las materias primas no deja de subir. Los expertos apuntan al súbito incremento de la demanda derivada de la reactivación económica como principal factor, si bien hay otros que entran en juego como:
- el alza en el precio del gas, derivado del incremento de la demanda, los bajos niveles de stocks y las dinámicas geoestratégicos entre Rusia, Estados Unidos y la Unión Europea,
- la decisión de la OPEP de no aumentar la producción de petróleo e imponer resistencias a la inversión, lo que ha elevado su precio en los últimos meses,
- y el coste de la electricidad, que se ha disparado por los bajos niveles de producción en algunas energías limpias (especialmente la eólica e hídrica), y a las subidas de precio de los derechos de emisión de CO2, gas y carbón.
A raíz de la reactivación de la economía, la solidez de la demanda canalizada hacia bienes de consumo continúa agravando los cuellos de botella. ¿A qué se debe? Los expertos apuntan que esto es consecuencia de “la liberación del ahorro acumulado y el impulso de las políticas económicas”, si bien añaden cuestiones más recientes como la anticipación de las decisiones de consumo ante las posibles alzas de los precios en el futuro, la conciencia de los problemas de oferta actuales y la existencia de ciertos temores entorno a la percepción de escasez.
No obstante, el informe no contempla que dichos factores se mantengan en el tiempo: aunque puedan suponer una merma por el lado de la oferta en el corto plazo, lo cierto es que las previsiones miran hacia una reducción del consumo a lo largo de este año. De hecho, se espera que los precios de la energía y otras materias primas volverán a caer una vez que se resuelvan los problemas de suministro y se normalice la demanda y, por lo tanto, la inflación, que lleva varios meses de alzas históricas, comience a reducirse.
Los dos escenarios que contempla MAPFRE Economics
A pesar de un balance de riesgos al alza en inflación y a la baja en actividad, la recuperación continuará en el próximo año, si bien a un ritmo menor y con divergencias entre las economías desarrolladas y emergentes, y con diferencias dentro de estos grupos, atendiendo tanto a vulnerabilidades inherentes, como a factores de carácter estructural tales como la dependencia energética, la interconexión con las cadenas de suministro global o la trascendencia económica del sector servicios.
Por el lado positivo, el crecimiento económico podría sorprender al alza si los costes energéticos bajaran rápidamente, la inflación remitiera, los problemas de la cadena de suministro se pudieran solucionar rápidamente y el consumidor trasladara su gasto hacia áreas del sector servicios aún deprimidas.
Considerando este contexto general, y en la línea con informes anteriores, se presenta un corredor de previsiones a partir de dos escenarios, uno base y otro estresado (alternativo):
En el primero (escenario base), el impacto económico es limitado, pese a que las restricciones se retoman y la normalización se dilata, la experiencia acumulada desemboca en medidas selectivas y menos lesivas a nivel económico, en línea con los menores impactos observados en la sucesión de variantes del virus, al tiempo que las hospitalizaciones no resultan en un incremento neto respecto a las oleadas anteriores y la efectividad de las vacunas actuales se mantiene o son prontamente adaptadas.
Mientras tanto, en el segundo escenario (escenario estresado), el impacto sobre los niveles de actividad económica es mayor, ya que, si bien no se alcanza el nivel de restricciones del inicio de la pandemia, resulta ser un escenario sustancialmente peor, ya sea por ineficacia de las vacunas, saturación de los sistemas de salud (por severidad o por transmisibilidad), y porque los contagios obligan a reimponer medidas más severas y prolongadas que tienen impacto sobre la actividad.
De esta forma, la visión central (escenario base) del informe contempla que, tras crecimiento de 2021 estimado en 5,8%, “el mundo crecerá en torno al 4,8% en 2022 y al 3,6% en 2023, con crecimientos de los mercados emergentes ligeramente por debajo y ligeramente por encima en el caso de los mercados desarrollados”. Este escenario les confiere a las mayores potencias el protagonismo del cierre de la brecha de producto durante los próximos años, ya que aportarán dos terceras partes del cierre de esta, algo relevante para pensar en la política monetaria que llegará durante este año.
Por otro lado, la visión estresada (escenario estresado) analizada por el Servicio de Estudios supone un retorno a la normalidad más tardía, con shocks epidemiológicos que se mantendrían hasta bien entrado 2023, aunque de forma progresiva impliquen medidas económicas menos lesivas. “El impacto de las cadenas de suministro se torna más adverso, con disrupciones que se propagarían a un abanico mayor de bienes y servicios, impulsando la inflación al alza hasta finales de año”, añade el dossier. Así, la previsión en este escenario sería que la economía mundial crezca solo 4,0% en 2022 y 2,6% en el 2023.
En ambas situaciones, la política monetaria de las economías desarrolladas manifestará los primeros signos de endurecimiento durante 2022 y 2023, “manteniendo el ritmo gradual de normalización para sostener las necesidades financieras de los gobiernos y evitando el sesgo de endurecimiento prematuro para domesticar la inflación”. Asimismo, dado el esfuerzo fiscal implícitamente monetizado y unas expectativas de inflación tensionadas, la política fiscal seguiría los pasos de la política monetaria, dotando de medidas más intermitentes y de menor impacto.